sábado, 25 de marzo de 2017

Diario de una investigación (IX): Semana del 20 al 24 de Marzo




                           

Esta semana ha estado marcada por el Seminario de Investigación Histórica. El reino de Jaén en la Edad Moderna. Nuevas líneas de investigación que se ha llevado a cabo en la Universidad de Jaén.

El día 21, antes del seminario en el Archivo Histórico Provincial, gracias a la ayuda de su director, Juan del Arco, localicé varias tenerías en el Catastro de Ensenada de Jaén. Aunque son datos de 1752 pueden resultar de gran interés para nuestro periodo. En teoría las instalaciones no tendrían que haber cambiado demasiado, aunque no debemos confiarnos; la ubicación si debe ser la misma. En las respuestas generales se habla de seis tenerías. De momento he localizado cuatro en el catastro: la del conde de Villardompardo, la del mayorazgo de Fernan Arias de Saavedra, la poseída por don Jerónimo Ruiz Caballero y la tenería "del solar" de doña Inés de Quiroga. Las de don Pedro de Teruel Maestra y la de la capellanía de Luis de Torres Portugal espero localizarlas pronto.

Los elementos más característicos parecen que eran los pilones, las albercas donde se curtía el cuero y los molinos donde se molía el zumaque.


Preciosa ilustración de Jordi Ballonga de la tenería Cal Granotes en Igualada

En el catastro he localizado, asimismo,  una almona de fabricar jabón propiedad del conde en la calle de Santa Úrsula. Veamos su descripción:

"Casa armona de jabón para fabricarlo en la calle de Santa Úrsula, parroquia de la Magdalena, que    se compone de dos cuerpos, un portal, comedor, dos cuartos principales en bajo un dormitorio y tres cámaras en alto, un patio con su cañón de agua con trece pilones para las mezclas, tres cuartos ceniceros, dos corrales, dos caballerizas, y un pajar. Tiene de frente 40 varas y 27 de fondo, confronta por la parte de arriba con casas de don Juan de Robles, y por abajo con casas de la santa capilla de San Andrés todo de esta ciudad gana de arrendamiento todos los años 200 ducados."

Santa Úrsula es la calle que sale del raudal de la Magdalena. La jabonería, imagino, debería haber estado en lo que hoy es el Teatro Infanta Leonor.


Calle Santa Úrsula

Para terminar la mañana volví a consultar un Gonzalo de Herrera, que por las fichas sabía que contenía algunas escrituras interesantes.

Más tarde, en el seminario, el profesor Delgado Barrado y yo presentamos nuestros proyectos de investigación, parece que con buena acogida por parte del público.

En mi caso, presenté un powerpoint con los antecedentes, las premisas y objetivos del proyecto y los resultados  de los primeros meses de investigación. En el turno de preguntas, algunos de los presentes mostraron su sorpresa ante la existencia de una gran producción pañera en Baeza o del negocio del cuero en Jaén. Muy poco de esto se sabe de estos temas en ambas ciudades en la actualidad.


El profesor Delgado Barrado presentando sus proyectos del IEG y MINECO.


El autor de este blog en uno de los "lances" del seminario.



El día 22 le tocó el turno a un nuevo escribano, Bartolomé Díaz de Biedma. Escrituras de Juan Núñez de Ayala, Pedro de Almodóvar y, especialmente, Pedro Hernández de Jaén vendiendo lana a tintoreros locales. Pero lo que más me llamó la atención fue el jurado granadino Gabriel de Oviedo vendiendo un buen número arrobas de azúcar granadino a diferentes compradores de la ciudad de Jaén y su comarca. Yo sabía que Gabriel de Oviedo –que luego fundaría mayorazgo y es antepasado de los Castillejo Oviedo, condes de Floridablanca y Villamena de Cozbijar en el siglo XIX– tenía tierras de plantar cañas en Salobreña, pero desconocía que vendiera su producción en el exterior. También era llamativo su agente, el tintorero giennense Juan Alonso Palomino. ¿Acaso Oviedo era, a su vez, factor de los Adorno o los Forniel, mercaderes genoveses que controlaban los ingenios de Salobreña en este momento? Aunque me atrevo a afirmar que tal vez fuera azúcar salido del ingenio del capitán Arroyo de Lobres. Dicho capitán debía –en 1599– 1.500 ducados a los herederos de Oviedo, tal vez por este comercio. He aquí, la maravilla de cruzar las fuentes, estudiando los protocolos de Jaén, podemos encontrar claves sobre la producción y el comercio del azúcar del reino de Granada.

El día 23 consulté algunos de los protocolos de Martos de finales del siglo XVI. Casi no se conservan legajos de esta localidad y los que se conservan están en un estado de conservación muy malo. Va a ser difícil reconstruir la historia de los famosos vinos de Martos de este periodo, alabados por el marteño Francisco Delicado en su inigualable novela: La lozana andaluza.



El resto de la mañana regresé a los protocolos de Alcalá la Real. La importancia del vino en la localidad se percibe al leer los folios de los legajos alcalaínos. Las viñas –torrontesas en su mayoría– aparecen en los inventarios e imposiciones de censos, en las dotes, en los contratos para cavar los majuelos; hay numerosas ventas de vino aún en las tinajas de los lagares de sus dueños. Luego asistí en la Universidad de Jaén a la segunda jornada del Seminario, donde la profesora López Arandia presentó su proyecto.


La profesora López Arandia presentando su proyecto del IEG

Este Seminario cumple otro de los objetivos del proyecto, la divulgación –o diseminación, como les gusta a los burócratas de Europa– del conocimiento. De poco sirven nuestras investigaciones si solo las conocemos nosotros y nuestro círculo cercano. Es necesario que la sociedad actual conozca su pasado y se identifique con él, para lo bueno y para lo malo. Jaén tuvo épocas muy notables en lo económico, lejos del estancamiento y ralentización actuales.

Por otra parte, para los investigadores es muy útil participar en los seminarios; nuevos enfoques y herramientas pueden aprenderse de las investigaciones de los otros participantes y, como he dicho en otra entrada, la preparación de las charlas permite un momento de reflexión y análisis del proyecto que estamos desarrollando. Sin olvidar los contactos que se construyen para futuros proyectos.

Hasta la próxima entrada!

domingo, 19 de marzo de 2017

Diario de una investigación (VIII): Semana del 13 al 17 de Marzo





Vida, martirio...obra de don Antonio Terrones de Robles

El día 13 consulté el testamento de Antón Terrones, uno de los mercaderes de corambre de la Jaén de finales del siglo XVI. Conseguí la referencia del artículo de Rafael Galiano Puy sobre el doctor Francisco Terrones del Caño, obispo de Tuy y León, sobrino carnal del mercader. 


Gracias a este artículo he podido reconstruir buena parte de la familia Terrones y sorprenderme de que el mercader fue padre el historiador don Antonio Terrones de Robles, XXIV de Andújar y autor de la historia ciudadana más famosa de la citada ciudad. El historiador Terrones, que tiene su calle en Andújar, fue padre, junto con su sobrina de primos hermanos doña María Terrones de Villarreal –sobrina carnal del obispo– de doña Agustina de Terrones mujer de don Miguel Blas de Albarracín Isla, caballero de Calatrava. De esta pareja descienden los linajes Albarracín, Piédrola y Valenzuela de Andújar, y familias asociadas entre las que se encuentran los condes del Guadiana, marqueses del Cerro de la Cabeza y muchos títulos nobiliarios más.


El supuesto origen noble de la familia me crea algunas dudas. En el blog http://veracruzandujar.blogspot.com.es se aportan interesantes referencias al origen de los Terrones en Villafranca de Córdoba, a través de visitas del obispo y sus hermanos a la dicha localidad, de donde decían eran sus mayores. En mi opinión, el inventado origen en los Robles de León atiende al proceso de ennoblecimiento llevado a cabo por don Antonio Terrones de Robles, o por los hagiógrafos de su primo el obispo y sus intentos de ocultar su origen eminentemente pechero –si no judeonconverso– de sus ancestros. Curtidores, mercaderes de corambre, o de esclavos –Anton de Terrones parece que lo fue al final de su vida– no eran, sino todo lo contrario, las profesiones aceptables por la nobleza del XVII en la que los Terrones se integraron gracias a la influencia del obispo y el dinero del mercader. Este proceso económico y social ejemplifica como pocos, como en pocas generaciones cualquier linaje del pueblo llano podría alcanzar la nobleza si se daban una serie de condiciones como las que se dieron en este caso. ¿Este ascenso social espectacular fue común a todos los mercaderes de corambre?

Aproveché la excusa del estudio de los Terrones para tratar de buscar documentos sobre la jabonería de la que hablé en la entrada anterior.  Así, consulté dos escribanos de Andújar: Diego de Pareja y Juan de Molina. En el primero encontré al obispo Francisco de Terrones, entonces párroco de Pozuelo de Aravaca –hoy Pozuelo de Alarcón–apoderando a su padre para diversas actuaciones. En una de ellas se llega a nombrar a los padres de Antón, el mercader, llamados Francisco de Terrones y Catalina Ramírez Blanco –seguimos sin encontrar el Robles por ningún lado– abuelos paternos del obispo; en el segundo escribano encontré numerosos exámenes para ejercer variados oficios de artesanos: tintoreros, cereros, sastres, etc. En ninguno de los dos encontré al misterioso Cristóbal González de la Lobera ni noticias de la almona que regentaba en Andújar.

El día 14 localicé en un protocolo del escribano Melchor Gutiérrez –gracias a las fichas alfabéticas–  el testamento de Luis Albín, otro curtidor y mercader de corambre notable. Si de los Terrones tengo mis sospechas sobre su origen judío, en los Albín no hay duda alguna, pues este linaje fue procesado repetidamente por el santo oficio de la Inquisición por sus prácticas judaizantes como vemos en el artículo de Coronas Tejada


Más documentos en el mismo legajo sobre Luis de Albín  y su yerno el jurado Alonso de Córdova. Uno de ellos me resultó especialmente esclarecedor para el negocio del trato de la corambre. Ambos se asociaron en compañía para comprar 1240 pieles de cabrío –por valor de algo más de 1.000 ducados– que luego curtieron en una tenería de Jaén y vendieron a continuación a zapateros de la región. Este escribano va a ser fundamental para el estudio de una de las columnas del Santo Reino, el cuero.

El resto de la mañana la pasé encontrando mercaderes genoveses en la escribanía de Pedro Ruiz de Piédrola. La cantidad de hojas de espadas genovesas que los Escalla vendieron a espaderos del reino de Jaén bien merece un estudio pormenorizado. No le va la zaga las ventas de pastel lombardo de los Mayolo, que también pone de manifiesto la demanda de este tinte para la fabricación de los paños de la ciudad. Gracias a los genoveses, Jaén estaba perfectamente integrado den las grandes redes de comercio internacional.

El día 15 descubrí una posible nueva red comercial que llevaba a Jaén cueros de al otro lado del Atlántico, los llamados "cueros de Indias". Aquí el elemento clave fue el conquistador giennense Rodrigo de Contreras Biedma, alcalde de León en Nicaragua. De allí trajo 1100 "cueros vacunos al pelo" que vendió a curtidores y mercaderes locales –los Albín, Palma, Delgado, Martínez de Alcázar– por la friolera de 3.000 ducados. Está por demostrar si fue algo circunstancial o si el conquistador y su viuda, doña Inés de Berrio o su administrador Lope de Zamudio continuaron este lucrativo comercio tras la muerte del Contreras en 1576. Tenemos indicios que nos guían hacia esa dirección: en 1583 doña Inés mantenía contactos con mercaderes de León y villa y Puerto de Trinidad y Caxulta (Acajutla) (hoy en Nicaragua y El Salvador, respectivamente).






































Señalados con flechas villa  de Trinidad y León en la Audiencia de Guatemala. Amsterdam, 1671.

Cueros "locales", cueros de Indias, cueros de Irlanda, lomos de Fregenal, ya solo quedan los cueros de Berbería que se importaban por Cádiz y Málaga para completar el dibujo de la llegada de cueros a Jaén.

El día 16 empecé consultando el catastro de ensenada de Jaén. El día anterior había encontrado el testamento de un mercader de corambre, Miguel López de Alcaudete, que afirmaba “yo tengo a renta de los señores deán y cabildo de la iglesia de Jaén una tenería que está en la collación de la Magdalena linde con casa de Aguilar y casas de Cachiprieto por todos los días de mi vida".

Esta tenería en poder del cabildo de la catedral debía haber dejado un rastro documental en el cabildo de la catedral de Jaén. Hablé con Juan del Arco, director del AHPJ sobre el tema y me aconsejó estudiar los documentos del catastro de Ensenada.  Este censo de 1750-52 inventariaba todos los bienes de la época y cada archivo histórico provincial guarda una copia de la documentación de su provincia. Desgraciadamente entre los bienes del cabildo en la parroquia de la Magdalena no se encontraban las tenerías. 

Más tarde opté por investigar los años más tardíos del escribano Pedro Ruiz de Piédrola. En 1588 este escribano, años antes plagado de escrituras comerciales, deja de estarlo. ¿Hay crisis en Jaén? ¿La guerra con Inglaterra pasa factura a la ciudad y a Castilla? ¿Pueden estas ausencias de obligaciones e intercambios comerciales ser un indicador de una crisis económica? ¿Podemos enlazar la historia local con la historia política de España de manera directa? Muchas preguntas de difícil respuesta. Una única opción, seguir investigando los protocolos de Jaén.

Volví a los primeros años del periodo y de nuevo aparecieron los genoveses en este escribano. Más hojas de espadas de Génova, y van ya muchas, más pastel, papel etc. Unos de cientos de folios consultados más a los que añadir a mi investigación.

Por último decidí que había llegado el momento de analizar la prometedora compañía de los alumbres de Rodalquilar que ya cité en otra entrada.De paso ampliaba mi visión sobre el escribano Diego Gutiérrez Milán, que solo tiene protocolos anteriores a 1581. Viejos conocidos como Juan Núñez de Ayala o Antón Palma y Bernabé Martínez de Alcázar aparecían ante mis ojos. Estos últimos comprando 853 arrobas de zumaque –casi 10 toneladas– a un tal Bernabé de Aranda.

Efectivamente estaba el documento sobre los alumbres. Pone de manifiesto la importancia de otra figura mercantil giennense: Lorenzo de Tejerina. Este mercader además del citado producto tenía excelentes contactos en Córdoba. Se había hecho con el monopolio en Jaén de la venta de naipes cordobeses –una de las ciudades con la mayor producción de este producto de Castilla. Los naipes eran un lucrativo negocio pues la sociedad del siglo XVI estaba obsesionada con el juego. Grandes fortunas cambiaban de manos en el transcurso de las partidas de cartas.


Una baraja española del siglo XVI

Después del archivo comí en la cafetería del palacio de Villardompardo. Aproveché para visitar los Baños Árabes en la parte baja del palacio. Impresionantes. 



Me pregunto si los baños  del palacio en la Edad Moderna tuvieron otros usos. Sería un lugar ideal para la fabricación de jabón. Un lugar de suelos de mármol, ventilado con bóvedas que me recuerda mucho a la almona de Aleppo que puse en otra entrada. En otras estancias hay restos de piscinas pequeñas  y vasijas que recuerdan a las tenerías de Fez. ¿Qué uso se dio a este espacio cuando sus dueños eran los condes de Villardompardo? Dudo mucho que estuviera desocupado.

Por la tarde visité de nuevo el Archivo Diocesano de Jaén siguiendo otro consejo de Juan del Arco. Consulté unos libros que registraban las casas y bienes de la catedral y su cabildo. Desgraciadamente no encontré las tenerías citadas.  (No obstante, el viernes por la tarde, en las respuestas generales de ensenada –disponibles en la base PARES se hablan de “seis tenerías con su piedra para moler zumaque, la una de doña Inés de Quiroga que gana en arrendamiento 800 reales. Otra del vínculo que fundó Fernán Arias de Saavedra que produce en arrendamiento 600 reales. Otra de don Pedro de Teruel de la Maestra vecino de Villacarrillo que gana 500 reales. Otra de don Jerónimo Caballero 400. Otra del conde de Villardompardo 150 reales…y hay otra tenería propia de la capellanía que fundó don Luis Torres de Portugal”. Con estos nombres podré localizar la situación de las mismas estudiando los bienes recogidos en el catastro de ensenada. Espero hacerlo la semana que viene.)

El día 17 consulté dos nuevos escribanos. Gaspar de Torres y Juan de Morales. El primero apunta buenas maneras. Documentos de Antón Terrones comprando zumaque; Pedro de Cazorla arrendando un terrado para tender corambre; varios mercaderes como el jurado Pedro Vázquez, Antonio del Castillo, Bernabé de la Trinidad, Francisco Gutiérrez Guardia o Lázaro de Arquellada vendiendo sedas y paños. El segundo, Juan de Morales, es el escribano preferido de los Torres de Porgugal, condes de vilardompardo y otros miembros de la élite de Jaén, aunque también hay escrituras de curtidores y tintoreros. La documentación comienza a ser abrumadora!Veremos hasta dónde llegará mi investigación.

Aprovecho estas líneas para anunciar el seminario de la semana que viene en la Universidad de Jaén (Campus Las Lagunillas s/n). En él los profesores Delgado Barrado, López Arandía y yo mismo presentaremos nuestros proyectos de investigación del Instituto de Estudios Giennenses. Aquí os dejo el programa del seminario. Hasta la próxima entrada!






sábado, 11 de marzo de 2017

Diario de una investigación (VII): Semana del 6 al 10 de Marzo



Un mercader entre fardos, barriles, cartas y libros de cuentas (s. XVIII)

El día 6 de marzo buscando entre los protocolos de Gonzalo de Herrera, me encontré con el testamento del Cristóbal de Cazorla. No siempre leo los testamentos completos, pues son documentos largos y pesados, pero anoto los nombres, por si más adelante pudiesen ser de interés. En este caso el apellido Cazorla me llevó a su lectura pormenorizada. Efectivamente entre sus hijos aparece Pedro de Cazorla, de quien tengo bastantes documentos de ventas de cueros. En este documento muy poco se dice de él ya que era menor de edad y estaba aún bajo la tutela de su padre. El testador dejaba claro en una de las cláusulas su caracter mercantil; había fundado una compañía con tienda de paños junto con su hijo Rodrigo, al que dejaba una buena cantidad de bienes. Al leer los herederos me resultó de interés los yernos de Cristóbal de Cazorla: los escribanos de número Rodrigo de Baeza y Hernán Gutiérrez Crespo. Ya había consultado los protocolos de Rodrigo de Baeza y están llenos de documentos de mercaderes de cueros como – el ahora ya definido como su cuñado– Pedro de Cazorla. Tenía que ver los protocolos de Gutiérrez Crespo. Si hay algo claro en el mundo notarial es que entre los escribanos y sus clientes hay lazos de amistad, clientelismo, o incluso, como en este y otros casos, vínculos de sangre o al menos afinidad. Las relaciones familiares aparecen facilmente si realizamos una reconstrucción genealógica. En mi opinión, es fundamental conforme vamos localizando los actores de nuestra investigación, reconstruir sus familias. Esto es clave para los mercaderes donde los lazos entre compañías comerciales o redes mercantiles se confunden y casi siempre se crean dentro de la familia. De la reconstrucción genealógica como herramienta para estudios de Historia Social hablaré en una próxima entrada.

Volviendo a Cristóbal de Cazorla, entre otras cláusulas del testamento hacía referencia a un tal Luis Pérez "que murió en la tenería del solar". Aunque Cristóbal de Cazorla se definía como mercader de paños vemos que al igual que su hijo Pedro, tenía relaciones con el mundo del comercio del cuero. Escribiendo estas páginas del blog quería encontrar la clausula anterior en el testamento y al poner "tenería del solar" en la busqueda en mi archivo word del AHPJ, de pronto me he encontrado con un documento de 1595 que había regestado los primeros días de la investigación, cuando el tema del cuero y las tenerías no era mi interés principal. No sabía entonces de su capital importancia. Aquí la regesta:

Simón López de Madrigal vº Jaén, San Miguel recibe a renta de Antonio del Castillo como curador de don Fernando de Molina, menor, el molino de aceite que tiene en “la tenería del solar de su mayorazgo” por precio de 32@ de aceite y 1 cahiz de orujo  

Yo apunté este dato por el arrendamiento del molino de aceite, pero ahora veo que saca a la luz el dueño de una de las tenerías de Jaén a finales del siglo XVI, precisamente en dónde murió aquel Luis Pérez: don Fernando de Molina. Y no solo eso; formaba parte de un mayorazgo por lo que debió pertenecer a los Molina durante generaciones. Un consejo, apuntadlo todo, siempre que sea posible, al menos los nombres o una palabra clave, porque nunca se sabe si lo que estais viendo en ese momento, que os parece secundario, será fundamental para vuestra investigación futura. Efectivamente, como dice un amigo, bucear en los archivos, tiene mucho de detectivesco, por eso nos apasiona a los investigadores. Tengo que seguirle la pista a este don Fernando de Molina. Tendría su gracia que fuera de los de Úbeda, familia que llevo investigando desde hace tiempo.

Volviendo a Hernán Gutiérrez Crespo, cuñado de Pedro de Cazorla y yerno de Cristóbal, al pedir sus protocolos confirmé que tenía escrituras de su hermano político, pero no demasiadas. Lo miraría tranquilamente al día siguiente.

Después del archivo, antes de clase, me pasé por la biblioteca de la Universidad de Jaén para sacar un libro interesante para el comercio del cuero. El fin de semana pasado, intrigado por los cueros de Fregenal que se comercializaban en Jaén encontré en la base de datos dialnet unos pocos artículos y capítulos de libro sobre esta población extremeña en la Edad Moderna. En ellos se dejaba claro la importancia del sector del cuero frexnense desde época medieval:

El concejo de Fregenal

O la relación del humanista Arias Montano y otros judeoconversos con este sector:

Arias Montano

Aproveché para escribir un e-mail al autor del segundo artículo, Rafael Caso, para preguntarle por bibliografía sobre este asunto. Me recomendó amablemente algunos títulos y se interesó por mi investigación. Muchas veces es recomendable escribir a otros investigadores, sobre todo cuando son temas que se alejan espacialmente de nuestra investigación. Yo nunca habría ido a Fregenal para investigar los cueros importados por el mercader giennense López de Almagro, pero un mail puede dar mucho juego. Lo peor que puede pasar es que no te contesten, algo que tampoco tiene demasiada importancia. Ellos se lo pierden. Finalmente, el lunes, saqué el libro de la biblioteca y leí el interesante artículo de Caso sobre la economía de Fregenal en el siglo XVI. Este lugar estaba conectado comercialmente con La Mancha, Sevilla, Córdoba, Burgos, Portugal. Y ahora sabemos que también con Jaén. Al igual que la ciudad del Santo Reino los mercaderes del cuero eran judeoconversos en Fregenal. Sin duda este artículo me ayuda a tener una buena visión sobre el mundo del cuero a finales del siglo XVI.

El día 7 continué con Gutiérrez Crespo. El protocolo estaba lleno de arrendamientos de casas, un mercader de Granada llamado Juan Rodríguez vendiendo muchas mulas, algunas ventas de vino y un herrador, Simón Madrigal apoderando a un arriero, Gaspar Garcia, para que comprar herraduras en Toledo. Curiosamente el protocolo estaba compartido con el primer protocolo del escribano Pedro Núñez de Ayala, aquel que ya puntualizamos que tenía información sobre tintes y tintoreros. Con lo cual mataba dos pájaros de un tiro viendo tranquilamente el legajo.

El día 8 continué con el legajo compartido entre Hernán Gutiérrez Crespo y Pedro Núñez de Ayala, tras acabar con las escrituras del primero pasé a ver las del segundo. Núñez de Ayala tiene algunas escrituras interesantes. En una de ellas aparece un tal Álvaro de Toledo encargando al arriero Pedro Cano la compra de casi 300 kilogramos de alumbre en Almería. Este producto extraido de las minas de Rodalquilar actuaba como mordiente, es decir, facilitaba la fijación de los tintes a los paños. Estas minas almerienses contaron a finales del siglo XVI con capital  de inversores giennenses como bien se puede ver en este artículo de Antonio Muñoz Buendía

Los alumbres de Rodalquilar

Aunque es algo anterior al periodo de mi investigación, creo que merecerá la pena seguirles la pista a los mercaderes que se citan en dicho trabajo, algunos ya citados como Pedro de Almodóvar y otros como Tejerina, Montealegre o Castillo Milán en los protocolos de Diego Gutiérrez Milán. El alumbre era un producto fundamental en la industria pañera y tal vez me ayude a definir este sector, esta gran columna del Santo Reino.


El blanco alumbre de las minas de Rodalquilar

Otra figura interesante de esta escribanía es Juan Núñez de Ayala. Al mirar las fichas alfabéticas y los documentos ya encontrados en este protocolo se reflejaba una actividad propia de un notable mercader y fabricante de sedas. Poderes para comprar textiles flamencos –anascotes, holandas, lienzos–y bretones –ruanes y navales– en Sanlúcar de Barrameda; ventas de azafrán, compras de grana en Porcuna, de rubia –un mordiente– en Lorca, ventas de tejidos de seda en Jaén y Andújar. La referencia a su testamento aparecía en las fichas, pero tendría que dejarlo para el día siguiente. Se me había hecho tarde.

El día 9 de febrero me lancé a la lectura del testamento de Juan Núñez de Ayala. Bastante decepcionante. Casi ninguna referencia a su actividad mercantil y muchas líneas dedicadas a la fundación de un patronato para pobres vergonzantes. No es nada raro que los mercaderes, en los últimos años de su vida, dediquen buena parte de su hacienda en ennoblecerse a ellos y a sus descendientes por medio de mayorazgos, patronatos y otras formas de vinculación, olvidando u ocultando su pasado mercantil.  Por ejemplo, Núñez de Ayala había comprado la alcaidía de la cárcel de Carmona, oficio que legó a su hijo varón. Hablaré de su familia y la de los Cazorla, como ya dije, en una entrada próxima dedicada a la reconstrucción genealógica, pero puedo adelantar que Juan Núñez de Ayala era el padre del escribano ante el que otorgó el testamento: Pedro Núñez de Ayala.

Tras esto decidí pasar el resto de la mañana revisando el escribano más prometedor para la tercera línea de investigación –mercaderes extranjeros en Jaén y redes comerciales internacionales– de mi proyecto: Ruiz de Piédrola. Disfruté enormemente con la abundancia de documentos de mercaderes italianos –Daniel Quarteroni, Pelegro Mayolo, Agustín y Francisco Escalla– vendiendo a vecinos de Jaén papel y espadas genovesas, pastel lombardo, tinte fundamental para los paños locales, acero de Milán, etc. ¡Qué importantes fueron estas compañías italianas radicadas en Granada en el siglo XVI!

También me llamó la atención varias escrituras de la giennense Isabel de Olmedo, viuda de Juan García Domínguez. En una de ellas aparece vendiendo espadas de precio medio, conteras y tablas para vainas a un vecino de Torredonjimeno. En otra, da poder a Alonso de Arnedo –futuro hidalgo giennense a finales de siglo– para que la representase para cobrar deudas y en pleitos. Por último, apodera a Martín Hernández para que compre herrajes en diversos lugares. Entre los testigos de dichas escrituras aparecen el espadero Andrés de Fustedo y varios vascos avecindados en Jaén. ¿Sería esta señora la agente de alguna compañía vasca en la ciudad, usualmente especializadas en derivados del hierro? Le seguiré la pista.

Lo mejor de la mañana llegó con dos contratos realizados por cuatro arrieros murcianos de Totana obligándose de llevar 28 quintales –1.288 kilos– de sosa nueva y prima (carbonato sódico o Na2CO3) hasta la ciudad de Andújar a poder de un tal Cristóbal González de la Lobera. Nunca me había encontrado con un documento similar y eso que llevo tiempo investigando este tema. La sosa murciana y alicantina era obtenida de la combustión controlada de un tipo de plantas llamadas barrilla (Salsola soda, Salsola kali, Halogeton sativus) por los maestros barrilleros y resultaba ser el ingrediente fundamental para dos manufacturas de la época, el vidrio y el jabón. Sobre este particular tengo que terminar un artículo para finales de año centrado en el comercio de la barrilla entre el sureste español y el puerto de Livorno en Italia que se publicará, si todo va bien, en la revista de la University of California-Santa Barbara, e-humanista. Journal of Iberian Studies.

Andújar como Arjona y otros lugares del reino de Jaén eran conocidos por su producción de aceite, por lo que me incliné a pensar que, en Andújar, dicho producto se usaría junto con la sosa para hacer jabón en alguna almona o jabonería de la ciudad. El jabón se usaba como detergente para lavar la ropa, no tanto para la higiene personal como en la actualidad; utilizandose, sobre todo, para el desengrasado de los paños y, al parecer, en algunos lavaderos de lana. El jabón castellano tuvo bastante éxito comercial durante el siglo XVI, comercializándose en paises como Inglaterra donse se conocía –y se conoce– como castile soap o simplemente castile.

Pompas de jabón. J.S. Chardin. (s. XVIII)

Hay referencias a almonas en Sevilla, Sanlúcar de Barrameda, Guadalcanal,Almería, Granada, Alicante y Cartagena –controladas por mercaderes genoveses– y el jabón se exportaba a Francia, Inglaterra, como hemos visto, y a las Indias. Tras informarme un poco en internet, aunque no hay ningún trabajo específico, he confirmado que hubo cierta producción de jabón isturjitano durante la Edad Moderna y se conservan algunos pleitos en el ARChG al respecto. El jabón de Andújar, una nueva línea sobre la que seguir trabajando.



Fabricación del jabón en una almona de Aleppo (Siria) en la actualidad, suponemos que antes de la guerra. El jabón, resultado de mezclar en caliente el aceite de oliva y la sosa, se enfría en el suelo, mientras que se apila, ya cortado en pequeños bloques, en las paredes.

Hasta la próxima entrada!


domingo, 5 de marzo de 2017

La lana del reino de Jaén a finales del siglo XVI





La iconografía de la Edad Moderna está llena de pastores y sus ganados. "El pozo de Jacob" del murciano Pedro Orrente (1588-1645)


“De las lanas de ovejas, y carneros es también notable el interés y provecho que este reino tiene casi en todos sus lugares y poblaciones”

Bartolomé Ximénez Patón, 1628 

En el proyecto Las Columnas del Santo Reino me interesa analizar los procesos económicos que tuvieron lugar en el reino de Jaén a finales del siglo XVI dividiéndolos en etapas y analizándolas por separado. En una entrada anterior dedicada a los paños de Baeza estudié el proceso final de los paños, su comercialización en España y las Indias. 

Allí apunté como la lana de los ganados de ovejas del reino se utilizó para realizar los paños. Desde finales del siglo XIII este tipo de oveja de lana finísima se había ido criando en los campos de Castilla. La oveja merina producía una lana finísima, la mejor del mundo, siendo un secreto muy bien guardado por los ganaderos castellanos. Sacar ovejas merinas de los reinos de Castilla –dicen– estaba penado con la muerte.



Un carnero merino en la actualidad. La densidad de la lana es extraordinaria.

A partir de la lana de estas ovejas –y en otros casos, para tejidos más bastos de otras ovejas llamadas churras– se confeccionaban los paños de Baeza, Segovia, Cuenca o Córdoba y de otras poblaciones cercanas.

El proceso es mucho más complejo de lo que parece a simple vista, pues la gran mayoría de las lanas de Jaén no se transformaron en paños, sino que se exportaron hacia Italia, hacia las ciudades pañeras de Milán, Florencia, Bolonia y Venecia, o bien, al final del periodo, en torno a los años 90, también hacia la Europa atlántica, hacia Flandes, hoy Bélgica y Holanda. 

Los mercaderes de lana locales y los mercaderes-productores de paños de Baeza, de Jaén y otros lugares tuvieron que competir con mercaderes extranjeros para conseguir su parte del pastel lanero. Una competencia difícil y desigual. Este dato ya fue notado por los economistas de la época –los mal llamados arbitristas– que temían que la salida de materias primas destruyera la boyante economía castellana, temores que se hicieron realidad: 

Lanas, en 30 lavaderos que hay en España dicen que saldrán quinientas mil arrobas, cuestan menos de a tres ducados, que montan millón y medio; y labradas de los géneros que las tornan a traer, suelen vender la arroba en cien ducados, y puesta una con otra a quince ducados son siete millones y medio; y si no las vuelven todas labradas (porque de ellas llevan a otras partes mercaderías labradas), si se labraran acá, pudieran llevarse a las partes donde ellos las llevan. Tapicerías dicen que entran millón y medio, y suele una arroba de la lana basta, de que se hacen, valer dieciséis o veinte reales, y entrar en cuatro anas, que suelen valer a treinta y a cincuenta reales, y sacar de ella doscientos reales.

             Sancho de Moncada, 1619

No era fácil competir con los mercaderes genoveses que monopolizaban la producción lanera del sureste. Su estrategia principal fue la compra por adelantado a través de un documento notarial llamado "obligación de lanas". En él, los genoveses adelantaban parte del dinero total de la venta a los ganaderos de ovejas, unos pocos meses antes, un año o incluso varios años antes. Los precios estaban muy por debajo del mercado y en muchos casos, si no se entregaba la lana, los genoveses ejecutaban los bienes de los ganaderos y sus fiadores. Con la lana vendida antes de que las ovejas la produjeran, los mercaderes locales, solo podían hacerse con los despojos de este comercio. Veamos un ejemplo de la forma de actuar de los italianos, uno de los miles que llevo recopilando durante años. 

El 8 de enero de 1581 apareció ante el escribano de Huéscar en el reino de Granada Pedro de Quijada, vecino de Segura de la Sierra. Este individuo era el apoderado del oligarca segureño Gabriel de Isla Cortecero –futuro regidor de la villa– quien se obligaba a entregar 100 arrobas de lana "blanca fina merina" en Segura de la Sierra a los genoveses Pelegro Mayolo, Vicencio Mayolo y Juan Calvo Bernabó –aquel Bernabuxino Veses de la ficha– en junio de ese mismo año por un precio de 12 reales por arroba. Los genoveses le adelantaban 100 ducados (un 92% del valor final) e Isla hipotecaba sus ganados. Esta práctica obligaba a los genoveses a disponer de enormes cantidades de efectivo –que conseguían por medio de transacciones financieras (cédulas de cambio y letras de cambio) entre Génova-Sevilla (donde estaba la plata amonedada– o a través del control de las rentas reales. Este dinero era transportado por carreteros fuertemente armados entre las ciudades de Sevilla, Granada, Baeza y Huéscar.

La competencia era tan desigual que la Corona tuvo que legislar al respecto, ordenando que al menos un tercio de las lanas debían "labrarse"–tejerse– en la zona, en vez de exportarse al extranjero. Parece que esto llegó a ocurrir. Por ejemplo en 1600 varios hacedores de paños de Baeza pidieron que se embargasen a los hermanos Digueri las lanas que habían comprado en Cazorla, Iruela, Peal del Becerro y Quesada “para que como vecinos de estos reinos les dieran el tercio de las lanas para poderlas labrar y hacer paños”. Lo mismo ocurrió a nuestro conocido Daniel Quarteroni cuando apoderó en 1581 al genovés Juan Andrea Guarnero en Baeza para que vendiese 2.000 arrobas de lana “a personas que las han de labrar en estos reinos y señoríos conforme a la pragmática de S.M.”  Pese a todo, la lana siguió fluyendo hacia Italia en grandes cantidades. 

Pocos fueron los lugares que escaparon del control de los mercaderes genoveses. Una serie de ciudades actuaban como nodos de su red comercial, lugares donde se realizaban las obligaciones de lana. Todo apunta a que en el caso del Santo Reino, Baeza fue el lugar elegido por las compañías genovesas para realizar estas obligaciones, contando con una colonia genovesa estable, si bien he encontrado algunas en Alcalá la Real. De momento creo que la ciudad de Jaén, que parece que nunca contó con mercaderes genoveses residentes, dependió del "nido real de gavilanes" y de Granada, para estos negocios.



Obligaciones de lana otorgadas ante escribanos de Granada, Baza, Baeza y Huéscar a finales del siglo XVI. El mapa puede ampliarse a Córdoba y partes del reino de Sevilla.

Cuando se cumplía el plazo de la obligación, una vez esquiladas las ovejas los ganaderos entregaban la lana en los lugares concertados para ello y la lana era transportada en carretas de bueyes y mulas o en lomos de bestias a las instalaciones preindustriales conocidas como lavaderos  de lana. En el reino de Jaén parece que huvo lavaderos en Úbeda y Baeza. De la primera tenemos algunas referencias pero para mediados de siglo XVII y de la segunda solo sabemos que el concejo tuvo intención de llevarlos a cabo, pero ninguna referencia sólida a que se construyeron. De nuevo si algún lector tuvieses alguna información al respecto, le agradecería mucho que la compartiera conmigo en los comentarios. 

De lo que si tengo abundantes datos es de los lavaderos de lana de Huéscar que los italianos habían construido y donde se llegó a lavar la mitad de la lana castellana que se exportaba a Italia a finales del XVI. Las lanas llegaban a ellos desde grandes distancias como podemos ver en el mapa siguiente a partir de contratos entre mercaderes genoveses y carreteros de bueyes y mulas. Como vemos, no pocos desde lugares del reino de Jaén.




No eran los únicos lavaderos de la región. Tengo referencias  a lavaderos en Córdoba, Villanueva de la Fuente, Caravaca, Daimiel, Montiel, etc y dependiendo de la coyuntura económica los mercaderes genoveses o flamencos eligieron unos u otros.

¿Por qué eran necesarios los lavaderos de lana? Muy sencillo: transportar lana sucia era caro ya que al pagar por arroba de lana estaban pagando dinero por tierra, suciedad, excrementos, suarda, almagre y otros adherentes de la lana. La lana merina perdía más de la mitad de su volumen con el lavado. Para ello era necesario calentar el agua con calderas de cobre, intruducir el agua caliente en tinas donde las lanas eran lavadas dependiendo de su calidad –cada parte de la oveja da un tipo de lana de mayor o menor calidad– luego eran lavadas a la redonda en el canal de limpio y dejadas escurrir en la pedrera y rampa para ser secadas en campos de hierba cercanos. Todo este proceso se realizaba en los meses de verano y movilizaba miles de trabajadores, organizados jerárquicamente. He tratado los lavaderos de lanas de Huéscar en algunos trabajos. Aquí os dejo uno de ellos, por si algún lector quisiera ampliar esta información.


La documentación relacionada con las obligaciones de lana y los contratos de transporte de lana a los lavaderos de lanas de Huéscar pueden ser un buen material para el estudio social de los ganaderos de ovino del reino de Jaén. Tengo referencias a autenticas sagas de ganaderos en poblaciones como Segura de la Sierra –Serrano, Rodríguez de Moya, Mexia, Pérez Xuarez, Isla Cortecedo, Alcántara, Castellanos, Sandoval–; Cazorla– Godoy, Amador de Lezcano–;Hornos hoy Puebla de Santiago –de la Fuente–; Orcera –Gómez, Abarca–;Siles –Patiño Castellano, Ortega Montañés– ;Quesada –Manchado, Poyatos–; Génave –Morcillo–; Huelma–Martos, Vico, Martínez Zamarrón– , Noalejo – Maldonado (sus señores),  Ortega, Monte– con miles de cabezas de ganado lanar vendiendo sus lanas a los mercaderes ligures año tras año. Esta documentación puede complementarse con protocolos notariales de cada una de estas poblaciones –donde se conserven– archivos parroquiales y pleitos en el Archivo de la Real Chancilleria de Granada. Por ejemplo, en Alcalá la Real, los pocos protocolos consultados arrojan no pocas obligaciones de lana a las mismas compañías genovesas de Granada, y a finales del siglo XVI y principios del XVII a mercaderes flamencos avecindados en Sevilla y con destino al lavadero de Córdoba.

Hemos hablado de las lanas y los ganaderos de lanas del reino de Jaén que suministraron lanas a los mercaderes genoveses, pero ¿qué ocurrió con la lana que no se exportó y que si se transformó en paños en el reino de Jaén?

Las referencias a compras de lanas por mercaderes locales – por el sistema de obligaciones– no han sido muy numerosas hasta ahora. Hay algunos mercaderes de lanas de la ciudad de Jaén como Francisco Martínez de Barrionuevo, Alonso Pérez de Alcaraz, Hernando de Quesada o Luis Pérez de Carvajal de los que tengo algunas obligaciones de lana, pero nada espectacular. Esto puede indicarnos que los mercaderes-productores de paños compraban la lana directamente de los ganaderos, con contratos orales que no dejaron rastro en los protocolos notariales. Hay que seguir buscando en los protocolos notariales otros documentos "indirectos" como formación de compañías para la fabricación de paños o cuentas entre mercaderes y tintoreros. En Baeza si que parece que el jurado Juan Lorencio compró notables cantidades de lana para la fabricación de paños. Tengo varias compras de lana a vecinos de Baeza y Villahermosa y un contrato entre Lorencio y el tundidor Sebastián de Molina para labrar 150 arrobas de lana en paños. Desgraciadamente los tres protocolos notariales conservados en Baeza para finales del XVI no dan para más. Nunca conoceremos al detalle esta extraordinaria producción pañera, al menos no a través de los protocolos notariales del "nido real de gavilanes".

Hasta la próxima entrada!